sábado, 30 de octubre de 2010

Sangrando mis heridas, tu dulce rocanroll me va rompiendo en mil pedazos. Diría que es la suerte, o las ganas de verte, que me van destruyendo así. Aquella nochecita, que nunca terminaba, se iba estirando más. No sé si fue el destino, que me cerró el camino, dejándome sin un respiro. Camino despacito y no estoy siendo fiel (será que yo no soy así), una noche tan larga, no puede terminar, otra vez, sin un final. Quiero más calor y no puedo ver mejor. Sangran las heridas, baila tu rocanroll. Las luces demacraban las oscuras ojeras del pibe, que arrancaba a gritos. Y peor para su mugre, no podía caminar, y ahora sin garganta está. Un soplo de esperanza, aunque ya no le alcanza. Se escuchaba desde un rincón, un eco traicionero, un par de caballeros, que respondían su señal.

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